Historia de Lisboa

Los orígenes fenicios

Los orígenes de la ciudad de Lisboa se pierden en la noche del tiempo, envueltos en la bruma de las conjeturas. Así, la fundación puede atribuirse en las leyendas al viajero Ulises o al mismísimo Noé… Lo que parece claro es que permanecen evidencias arqueológicas de asentamientos humanos ya en la época neolítica.

En el siglo XII aC los fenicios llegan a la zona y descubren que el lugar está bien protegido de los embates del mar y comunicado con la tierra interior a través del río navegable. Fundan allí un puerto al que llamaron ya para siempre Alis Ubba – ensenada serena.


Romanos y árabes


Los romanos conquistan el territorio en torno al año 200 aC e imponen la denominación de Olissipona, donde se reconoce claramente una deriva fonética del nombre original dado por los fenicios.

La urbe inicia una etapa de esplendor en el año 48 aC cuando Julio César concede el título de municipio romano y promueve la construcción de monumentos y edificios públicos y religiosos. Perduran algunos restos de la época como las Termas de los Castos y el Teatro dedicado a Nerón.

A la caída del imperio siguen años oscuros como en el resto de la península ibérica con sucesivas invasiones de pueblos del norte. En el año 419 sufre el saqueo de los godos y en el 453 los suevos. En el 456 se instalan los visigodos que introducen nuevos criterios políticos y religiosos y que permanecerán hasta la llegada de los árabes en el 714.

Los musulmanes aportan a la ciudad innovaciones culturales y técnicas urbanísticas, logrando cierto desarrollo del comercio. Aschbouna vive una nueva etapa de engrandecimiento con la edificación de edificios como la Mezquita Mayor, construida en el 734 y los barrios de Alfama y Baixa.

La Reconquista y los grandes descubrimientos

En el año 1147 la ciudad pasa a manos cristianas con la entrada de Dom Alfonso Henríquez, nieto del rey leonés Alfonso VI, que funda en el territorio reconquistado un condado independiente y es considerado el primer rey de Portugal.

La situación geográfica y el desarrollo urbanístico de la ciudad convierten a Lisboa en el centro político, económico y cultural del reino y en 1255 Dom Alfonso III otorga al municipio el título de ciudad capital.

La situación geográfica y el desarrollo urbanístico de la ciudad convierten a Lisboa en el centro político, económico y cultural del reino y en 1255 Dom Alfonso III otorga al municipio el título de ciudad capital.

Los genoveses establecen aquí bases de sus rutas atlánticas a finales del siglo XIII consolidando relaciones comerciales con el Mediterráneo, Flandes e Inglaterra, contactos que son promovidos en la alta Edad Media por los reyes del país.

Se suceden en el tiempo numerosos conflictos originados por el interés de unificar los reinos de Portugal y Castilla. Una serie de guerras vecinales terminan con el saqueo, incendio y devastación de Lisboa por parte de Enrique II de Castilla.

La independencia se consolida con Joao I con quien llega al poder una nueva nobleza y burguesía que promueve el desarrollo económico del país durante los siglos XV y XVI. De esta etapa de esplendor que convoca en la ciudad a toda suerte de gentes creadoras como arquitectos, pintores, escultores, científicos, marinos… data la construcción de edificios señeros como los Jerónimos, la Torre de Belem o el Palacio de la Ribeira.

Los conflictos constantes con los reinos vecinos pueden haber significado un impulso para la vocación marinera de Portugal, donde se desarrollan técnicas cartográficas y de orientación así como el diseño de un nuevo tipo de barco: la carabela. Bajo los reinados de Afonso V, Enrique el Navegante y Manuel I se ocupan Madeira, Azores y Cabo Verde, se recorre toda la costa de Africa, se dobla el Cabo de Buena Esperanza y Vasco de Gama llega a las Indias habiendo partido de Lisboa en 1497.

Lisboa se convierte así en uno de los centros comerciales más importantes del mundo y experimenta un importante auge con la creación de numerosos astilleros y la construcción de multitud de viviendas y edificios públicos.

En 1578 fallece el rey Dom Sebastiao y queda vacante el trono portugués pasando la corona a su pariente el rey español Felipe II, en ese momento el monarca más poderoso de la tierra. La dominación española dura hasta 1640 cuando los portugueses se alzan en torno al duque de Braganza quien se proclama rey con el nombre de Joao IV

Se inicia una nueva etapa de esplendor, sobre todo durante el reinado de Joao V que coincide con la llegada de importantes riquezas desde la posesión del Brasil. A esta época de bonanza económica corresponden las edificaciones de la Academia de Historia, el Acueducto de Aguas Libres y el magno Convento de Mafra y muchos otros edificios en cuyo interior se exhiben espléndidas obras de arte, tallas y decoraciones de azulejos.

Terremoto y nuevo diseño

El 1 de noviembre de 1755 un fuerte terremoto, al que siguió un voraz incendio, reduce la ciudad a ruinas: más de 10.000 edificios quedaron destruidos y en torno a 30.000 personas perecieron bajo los escombros.

Fue decisiva la actuación del famoso marqués de Pombal quien, ajeno a las disputas sobre la culpa o las causas de la catástrofe, impulsó a los sobrevivientes a volver a sus casas e iniciar la restauración de la ciudad.

Diseñó un plan general de actuación que mejoraba el trazado de Lisboa, la retícula de calles, jardines y plazas, paseos públicos, monumentos y estatuas, la estructura sanitaria y la habitabilidad de la ciudad.

Según este plan, se trazan las Rua Augusta, la de Ouro y la de Plata y surge una nueva Lisboa a la que iluminarán 300 farolas de aceite y cuya expansión proseguirá por siglo y medio más, aunque nunca lograría los niveles de población e importancia anteriores al terremoto.

En 1807 las tropas francesas ocupan Lisboa y el rey huye a Brasil. El retorno se produce en 1821 bajo una nueva etapa de dominio e influencia inglesa. Son años oscuros donde gran parte del patrimonio de la ciudad cambia de manos.

La revolución industrial provoca nuevas mejoras en la urbe con carreteras de circunvalación, la llegada del ferrocarril a la estación Santa Apolonia, ascensores y mejora del transporte público y de la iluminación de la ciudad.

Siglo XX

La monarquía portuguesa se extingue a principios del siglo XX. Tras un corto período de proclamación de la República, en 1926 un golpe de estado lleva al Dr. Salazar a la condición de Presidente del Consejo bajo el poder militar.

Bajo este régimen se instaura una política de construcción de grandes obras y la red de carreteras del país. A esta etapa corresponde el trazado del soberbio puente sobre el río Tajo, inaugurado en 1966, y el monumento a los Descubrimientos.

En 1974 una nueva insurrección militar que no encuentra ninguna resistencia supone el nombramiento del general Spínola como presidente de la República y el final de la dictadura.

La integración de Portugal en la CEE en 1986 ha significado la aportación de ayudas europeas que permitirán la realización de numerosos proyectos de mejora y desarrollo del país, con un claro reflejo en la capital.

La celebración en 1998 de la Exposición Universal supuso para Lisboa un gran salto adelante en el impulso de modernización permanente que vive la ciudad.